La joya robada
LA JOYA ROBADA
Había
un ciego que todos los días cantaba ante el rey y aunque este le hacía
regalos seguía pidiendo limosnas, pues decía que mientras su Ángel de la
Guarda no lo traicionara, no había rey que pudiera hacer nada contra
él.
Un sirviente del palacio que lo oyó, como sentía gran envidia del mendigo, fue a ver al rey y le contó lo que había escuchado.
Un sirviente del palacio que lo oyó, como sentía gran envidia del mendigo, fue a ver al rey y le contó lo que había escuchado.
Al día siguiente cuando el ciego terminó de cantar, el rey le pidió que
le guardara un collar de corales, por lo que el primero fue directo a su
casa donde guardó la prenda en lugar seguro.
El envidioso que lo vigilaba, aprovechó la primera ocasión en que la casa estuvo sola y robó el collar, para, más tarde arrojarlo al mar. Luego incitó al rey a preguntar por la prenda guardada. El ciego se dirigió al escondite y lo encontró vacío, se sintió tan aturdido que marchó para casa de Orula, quien le indicó que hiciera rogación con el pargo más grande que encontrara en el mercado.
Cuando terminó la rogación, abrió el pescado y halló en su interior el collar desaparecido, por lo que se apresuró a mostrárselo al rey.
El envidioso que lo vigilaba, aprovechó la primera ocasión en que la casa estuvo sola y robó el collar, para, más tarde arrojarlo al mar. Luego incitó al rey a preguntar por la prenda guardada. El ciego se dirigió al escondite y lo encontró vacío, se sintió tan aturdido que marchó para casa de Orula, quien le indicó que hiciera rogación con el pargo más grande que encontrara en el mercado.
Cuando terminó la rogación, abrió el pescado y halló en su interior el collar desaparecido, por lo que se apresuró a mostrárselo al rey.