El perro de Shangó
EL PERRO DE SHANGÓ
A Ogún le gustaba tomar otí en un establecimiento que era propiedad de Yemayá, la esposa de Shangó.
Pero a Ogún le empezaron a ir mal los negocios y lejos de renunciar a
la bebida, se entregó a ella con más fuerza. Su dinero se acabó y su
cuenta creció en aquel establecimiento.
Fue en vano que, una y otra vez, la mujer quisiera cobrarle al marchante lo que adeudaba. Todo se convertía en evasivas de su parte.
Fue en vano que, una y otra vez, la mujer quisiera cobrarle al marchante lo que adeudaba. Todo se convertía en evasivas de su parte.
Enterado Shangó de que Ogún no había querido pagarle a Yemayá el monto
de la cuenta de sus tantas borracheras, fue a casa de este con la
intención de cobrarle por las buenas o por las malas.
Cuando Ogún vio a su antiguo rival y actual acreedor acercarse a su vivienda, le ordenó a uno de sus perros que lo atacara. El bravo animal se lanzó sobre Shangó, el que sin inmutarse le puso una mano en la cabeza y comenzó a pronunciar un conjuro que lo hizo empequeñecerse de inmediato.
Ogún se reconoció perdido y le juró a Shangó que pagaría al día siguiente. El dueño del fuego aceptó el plazo y le exigió que, además, le entregara el perro.
Desde entonces Shangó tuvo también su perro que como es pequeño se llama Lube.
Cuando Ogún vio a su antiguo rival y actual acreedor acercarse a su vivienda, le ordenó a uno de sus perros que lo atacara. El bravo animal se lanzó sobre Shangó, el que sin inmutarse le puso una mano en la cabeza y comenzó a pronunciar un conjuro que lo hizo empequeñecerse de inmediato.
Ogún se reconoció perdido y le juró a Shangó que pagaría al día siguiente. El dueño del fuego aceptó el plazo y le exigió que, además, le entregara el perro.
Desde entonces Shangó tuvo también su perro que como es pequeño se llama Lube.